Sostenible, ecológico, natural son sin duda los términos estrella preferidos por aquellas empresas que practican greenwashing. Estas prácticas de lavado (verde) de imagen que empezaron en los años 60 de la mano de grandes compañías energéticas y químicas como Shell, Dow o Monsanto, se han extendido en los últimos años por todo el tejido empresarial.
No obstante, no son los únicos términos afectados. Por la derecha y a gran velocidad una palabra cada vez más contaminada y prostituida va cogiendo mayor relevancia por momentos. Nos referimos al bienestar animal. De hecho, ya existe hasta un término parecido para su uso engañoso, humane-washing.
¿Qué es el greenwashing?
El greenwashing es “una práctica de marketing verde destinada a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica”. En otras palabras, comunicar que tu producto o servicios está comprometido y se preocupa por el medio ambiente cuando en realidad la actividad de tu empresa es perjudicial para él. Una suerte de hipocresía verde.
Conocidos son los casos de multinacionales como McDonald ‘s, que en 2018 sustituyó las pajitas de plástico por otras de papel, argumentando su preocupación por el medio ambiente, cuando en realidad las nuevas pajitas de papel eran menos reciclables que las que habían retirado.
Sin embargo, estas prácticas no solo ocurren en las grandes multinacionales. ¿Quién no ha visto alguna vez empresas de su entorno comunicando eslóganes como: “pantalones hechos de botellas de plástico recicladas“, “embalaje hecho con un 40% de plástico reciclado“, “crema respetuosa con el océano“?. Pues de acuerdo a un estudio hecho por expertos de la Comisión Europea en 2020, el 53% mostraban información “vaga, engañosa o infundada”. Mientras que el 40% hacía declaraciones “totalmente infundadas”.
Pero, ¿sucede lo mismo con el bienestar animal?
¿Qué es el humane-washing?
La ciudadanía quiere sentirse bien con lo que compra. De ahí que cada vez sea más consciente del trato que reciben los animales, hecho que influye en su toma de decisiones de consumo. Esta tendencia ha originado que productores de alimentos de origen animal difundan en sus comunicaciones (publicidad, etiquetado) el mensaje de que los animales involucrados han disfrutado de un alto nivel de bienestar cuando la realidad es que según la propia naturaleza de la ganadería intensiva es imposible ofrecer a los animales un trato mínimamente humanitario. Esta práctica engañosa, desleal y carente de ética está presente especialmente en las grandes compañías, tal como hemos visto que ocurre con el greenwashing y su objetivo no es otro que proyectar una cierta imagen para aumentar sus beneficios.
La ganadería en España
En España, (y en el resto de países de Europa), existen dos modelos principales de ganadería: intensiva y extensiva.
La ganadería intensiva se desarrolla exclusivamente en el interior de las granjas donde el animal vive confinado a lo largo de su vida y por tanto altamente medicado y privado de sus comportamientos naturales. Se alimentan a base de piensos de producción industrial. Por el contrario, la ganadería extensiva se caracteriza por la libre movilidad del animal donde se aprovecha los pastos, prados, pastizales, hierbas, etc. para su alimentación.
No existe información pública a nivel estatal sobre el tipo de modelo productivo que se desarrolla por comunidad autónoma en España por lo que no podemos saber el porcentaje exacto que corresponde a cada uno. Sin embargo, sí que sabemos que nuestra producción cárnica ha aumentado un 1059% desde 1961, el mayor aumento entre los países de nuestro entorno. Y lo ha hecho perdiendo el 30% de sus granjas (170.000) en la última década. Estos datos demuestran que mientras las explotaciones ganaderas extensivas familiares desaparecen, el aumento de producción se concentra en las explotaciones ganaderas intensivas.
¿Hay bienestar animal dentro del sector porcino en España?
Uno de los sectores más afectados por la reestructuración de las explotaciones ganaderas es el porcino. El sector se divide en dos grupos: el porcino y el porcino de raza ibérica. Mientras que el ganado porcino se produce únicamente en ganadería intensiva (al igual que en muchos países europeos). En el porcino ibérico es común ver diferentes combinaciones. La más frecuente es la combinación de intensivo, durante la reproducción y cría del animal, con extensivo, durante el cebo y engorde final en el periodo de la montanera para que el animal pueda alimentarse de bellota.
Es cada vez más común ver a grandes productores porcinos colgarse la etiqueta de bienestar animal. La realidad es que detrás de la mayoría de “sellos de bienestar” como INTERPORC se encuentra la propia industria cárnica. La ecuación es sencilla, ganadería intensiva más auto-certificaciones igual a humane-washing.
Pero, ¿qué ocurre en el caso de los productores de porcinos ibéricos?
Según el Convenio europeo de protección de los animales en explotaciones ganaderas existen cinco libertades básicas para que exista bienestar animal:
- Libertad de hambre y de sed;
- Libres de molestias;
- Libres de dolor, heridas y enfermedades;
- Libertad de expresar un comportamiento normal;
- Libertad de miedo y angustia.
El hecho de que el porcino ibérico pase las fases de reproducción y cría en modalidad de ganadería intensiva priva al animal la libertad de expresar un comportamiento normal. Pero no solo eso, cuando el porcino llega al campo y cambia a una ganadería extensiva, pasa por estados de alto estrés, miedo y angustias tanto en el transporte como a la hora de aclimatarse a un nuevo entorno y suelo (de cemento a la tierra). Por lo tanto, aunque en menor medida, si una empresa productora de porcinos ibéricos siguiendo este modelo mixto de ganadería comunica que sus animales disfrutan de bienestar animal está incurriendo en prácticas de humane-washing.
Siguiendo las directrices del Convenio europeo y lo visto a lo largo del artículo, podemos confirmar que únicamente las explotaciones ganaderas extensivas donde el animal vive libre, cómodo, tranquilo y sin estrés durante toda su vida pueden colgarse la etiqueta de bienestar animal sin caer en prácticas de humane-washing.